Los tierreros-silleteros de Santa Elena iniciaron vendiendo productos agrícolas cultivados en su propia huerta, en su mayoría victorias coles, legumbres, arracachas, papas, habas, fríjol “petaco” o “de vida” como lo reconocían, entre otras variedades de frutos, semillas u hortalizas.
Se trataba de un tipo de agricultura que no requería abono o riegos químicos, eran cultivos orgánicos que se reflejaban en la buena calidad de los productos ofrecidos, a tal punto que las señora terminaron interesándose por la tierra usada y cada vez que compraban un kilo de fríjol o de habas le preguntaban al silletero-tierrero ¿usted no me hace el favor y me trae una bolsita de tierra?
De igual forma, las primeras flores que llevaron los silleteros a Medellín fueron especies nativas silvestres halladas en el bosque, recogidas mientras cortaban y cargaban la leña que llevaban para vender en diferentes barrios. Parece que en la década de 1940 sucedió el auge de la venta de flores y productos del bosque cuando la silleta se convirtió en una unidad de medida en las plazas de mercado de la ciudad.
Los oficios de cultivar y distribuir flores en Medellín coexistieron con el de extracción de productos del bosque y le otorgó a este grupo social saberes especializados. Si se quiere comprender quién es un silletero, indefectiblemente hay que atravesar los bosques de Santa Elena para reconocer todas las posibilidades económicas que estos ofrecían y todos los significados e historias que se forjaron durante más de cien años.