Uno de los oficios campesinos más rigurosos que se practicaron en el territorio cultural de Santa Elena tiene que ver con las extenuantes labores dedicadas al procesamiento de la cabuya, cuyo apogeo fue notorio durante el siglo que va de 1880 a 1980, por las veredas de El Placer, La Honda, Piedras Blancas, Barro Blanco, San Miguel, La Palma, San Ignacio, El Plan y Perico.
Las pencas de fique cultivadas en las huertas proveían a los campesinos de fibras para trenzar, tejer y vender como materia prima en los mercados cercanos. Esta cabuya era esencial en la producción de utensilios: lazos, líchigos, mochilas, enjalmas y costales, pero en los hogares silleteros tenía un valor especial, pues de ella se tejían los cargadores de la silleta, cuya función era amortiguar y balancear con la cabeza el peso que se llevaba a la espalda. Es por ello que la cabuya, más que el material de una herramienta de trabajo, representa la laboriosidad y la tenacidad del mundo silletero.